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domingo, 11 de septiembre de 2011

ENIGMA DEL CANDELABRO DE PARACAS

 EL “CANDELABRO” DE PARACAS



Es inevitable. Alrededor de los pequeños y grandes enigmas surgen siempre “cortinas de humo”, especulaciones amarillistas e “intoxicaciones” de muy oscuros orígenes. E imagino que a o largo de este trabajo tendré oportunidad de ir analizando más de una y más de dos. Éste es el caso del celebérrimo “candelabro” de Paracas, al norte de la recién comentada pampa de Nazca. La verdad es que en estos últimos años he llegado a leer y escuchar las más peregrinas hipótesis sobre su construcción y finalidad. Una de las más difundidas y mejor aceptada quizá por la carga “mágica” que arrastra es la que sostiene que el gran “tridente” señala hacia el valle del Ingenio, “como una especie de cósmica advertencia de la proximidad del cosmódromo nazqueño”. Y lógicamente, aquellas personas que no han tenido la fortuna de visitar el lugar o, sencillamente, no se han tomado la molestia de inspeccionar los tapas, pueden llegar a creer en semejante “invento”. ida más remoto y carente de base.
Esta inmensa y misteriosa figura trazada sobre la ocre salitrosa duna que se desliza hacia el océano Pacífico en punta Pejerrey, en la península de Paracas no guarda
relación alguna con las “pistas” y dibujos que conforman el referido “tablero maldito” de Nazca. En una de mis primeras visitas al promontorio, hs análisis efectuados con las brújulas fueron terminantes.



El eje central y principal del “candelabro” marcaba el norte. Para ser exactos: 348 grados. O lo que es lo mismo, una desviación de 12 grados hacia el oeste, en relación con el norte magnético. (Como es sabido, en esta zona, la desviación magnética se calcula en unos siete grados este.) Ello situaba la dirección de la figura a 355 grados. En otras palabras, no existía la menor relación con Nazca, al menos en lo que a direccionalidad se refiere. Ni con la pampa, ni con la ciudad de Cuzco, ni tampoco con la mítica Machu Picchu. Muy probablemente, si el “candelabro” o “tridente” de Paracas apareciera orientado hacia alguno de estos conocidos enclaves, el velo de misterio que lo cubre quizá hubiera sido levantado hace tiempo... Lamentablemente, al trazar una línea recta
siguiendo su brazo principal, uno se pierde en el interior del continente americano, sin alcanzar a desentrañar el porqué de tan desconcertante símbolo.
Tampoco el estudio de sus colosales magnitudes o la forma en que pudo ser trabajado arrojan la suficiente luz como para aclarar la razón o razones de su existencia.
Durante algún tiempo busqué una posible relación numérica entre las medidas que le dan cuerpo. Fue inútil. Sus 183 metros de longitud máxima, su inclinación en relación al mar (40 grados), la anchura de los brazos (3,2 metros) o la profundidad de los mismos (oscilando entre 1 y 1,2 metros), no aportaron datos o pistas concretos.
En cuanto a su antiguedad, los investigadores se hallan igualmente atrapados. Resulta muy difícil estimarla.
Quizá uno de los puntos en común con la pampa nazqueña resida en la extrema sequedad del paraje, que ha permitido una notable conservación de la figura. La atmósfera salitrosa que envuelve el promontorio ha actuado como aglutinante, apelmazando y endureciendo la arena que rodea al “candelabro”. Cuando uno camina sobre la mencionada duna es fácil advertir que las líneas del “tridente” pudieran haber sido formadas mediante una simple técnica de “vaciado”, con un férreo prensado de las paredes laterales. Como es lógico, los fuertes vientos reinantes rellenan y vacían regularmente los “brazos” aunque, hasta el momento, que se sepa, no han sido capaces de borrarlos.
Al excavar en el interior de dichos “brazos”, el investigador se encuentra con otra sorpresa. A diez o quince centímetros 4ependiendo de los lugares examinados, la arena desaparece y surge una costra blancoamarillenta, de naturaleza cristalina, muy común en toda la península de Paracas. Esta sedimentación natural, amén de su cegadora luminosidad, presenta una superficie asombrosamente lisa. La deducción es inevitable: hace cientos o quizá miles de años, el “candelabro” de Paracas podía ofrecer una lámina y un color infinitamente más atractivos que en la actualidad. Si hoy se dibuja desde el aire o desde el mar como un todo rojizoamarillento, en el pasado, esa imagen tuvo que destellar al sol como un “tridente” de plata.
Pero ¿cuál es su finalidad? Como en el caso de Nazca, las tesis son tan múltiples como variopintas. Y todas, directa o indirectamente, coinciden en el único hecho aparentemente claro: tanto por su ubicación como por sus proporciones parece concebido para ser observado en la distancia. Y ahí, en definitiva, arranca el gran problema. A diferencia de las figuras de la pampa nazqueña, la “confección” del “tridente” no debió ofrecer excesivas dificultades técnicas a sus ejecutores. Ahora bien, ¿por qué ese trazado gigantesco, por qué ese particular emplazamiento y por qué esa dirección norte?
Como digo, hasta el momento nadie ha sido capaz de desvelar uno solo de estos interrogantes.
Algunos afirman que podríamos estar ante un gigantesco y especialísimo “faro”, que habría contribuido a mejorar la navegación por estos turbulentos acantilados. De
hecho, con tiempo despejado, el “candelabro” es perfectamente visible a veinte kilómetros de la costa.
Otros lo identifican con un signo ritual, relacionado probablemente con sacrificios humanos. El eje principal, en efecto, se encuentra alineado con la isla Blanca y relativamente próximo a otro grupo de islas las Chincha, en las que los arqueólogos descubrieron las momias de jóvenes mujeres decapitadas. Tanto en la cerámica como en los célebres mantos de la cultura “paracas” y en las manifestaciones artísticas de los “nazca”, el “tridente” o “cactus-tridente” es relativamente frecuente. Pero ¿nos hallamos ante un símbolo ritual o ante un “árbol de la vida”, como insinúan determinados expertos?
En lo que no puedo estar de acuerdo es en la aberrante hipótesis de María Belli de León, que llegó a escribir que “el candelabro de tres brazos se encuentra grabado magnéticamente en la roca, como guía hacia el astro-puerto de Nazca, iluminándose en la noche”. Ni las brújulas presentan alteración alguna sobre el “tridente”, ni éste fue “grabado” sobre la roca, ni tampoco señala hacia el sudeste (emplazamiento de la pampa nazqueña) y mucho menos disfruta de esa pretendida iluminación nocturna.   En lo que respecta a la opinión más generalizada entre
los arqueólogos ”un signo de carácter astronómico”, en mi opinión es como no decir nada. ¿A qué signo concreto se están refiriendo? ¿Y por qué dibujarlo de modo y manera que sólo sea visible desde el aire o desde el océano?



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